Reverberaciones visuales

Almanaque Autómata: Veru Iché y Jaime Compairé

Del 1 de diciembre al 28 de enero.

Galería Blanca Berlín (Calle Limón, Madrid) http://www.blancaberlingaleria.com/

Como ecos distintos de un mismo proceso creativo, las obras de Veru Iché (1972, Mar de la Plata, Argentina) y Jaime Compairé (Huesca, España) se reparten el espacio de la galería. Dispuestos uno enfrente del otro, a modo de imágenes especulares, cada pared refleja una poética, un lenguaje y unas historias distintas, que, sin embargo, han nacido de un medio similar, la fotografía. Mediante todo tipo de manipulaciones (collage, efectos digitales, textos), las imágenes se convierten en plataformas desde las que imaginar e inventar narraciones que los artistas son capaces de vislumbrar entre los intersticios de la imagen original.

Sin embargo, la coincidencia entre Iché y Compairé termina ahí. Las obras de Compairé intentan utilizar un lenguaje más cínico y mordaz, combinando frases de cierto tono absurdo con imágenes que utilizan juegos visuales (como alteraciones de escalas o referencias culturales concretas), donde es imposible evitar lejanas reminiscencias de ciertos usos que el surrealismo hizo del readymade a partir del collage. Recuerdan especialmente el trabajo de Max Ernst, cuyas obras transmitían un poderoso contenido simbólico y crítico a partir de la máxima surrealista de la coincidencia casual y artificial, capaz de provocar un chispazo de poesía. Lamentablemente, es muy difícil encontrar ese fogonazo poético en las obras de Compairé cuya irreverencia se presenta sólo en las formas pero no en los contenidos, y donde la ironía y la frescura visual no terminan de aparecer. Propuestas como Minnie está por Mickey, El ama de cría de Matt Groening, o Las siamesas telépatas, no van más allá de una ambigüedad premeditada que lejos de fomentar la imaginación del espectador la limita hacia lecturas un tanto fútiles, sin apenas actualidad y originalidad. Sólo obras como Los hilos de la crisálida o L. Bula Nimpha son capaces de respirar entre las fotografías y las pequeñas instalaciones-objetos de Compairé, gracias a cierta reminiscencia simbólico-mítica y a una estética acaso más acogedora.

El trabajo de Veru Iché se mueve por un ámbito distinto. Temas como el archivo y la memoria se articulan desde el mecanismo específico del recuerdo, que utiliza la fotografía como un dispositivo mediante el cual construimos los hechos delimitándolos por una imagen fija y los ampliamos con la mirada que proyectamos sobre ella. En este sentido, la obra de Iché juega constantemente con mediadores de la memoria como la nostalgia y la construcción de la identidad a partir del recuerdo personal, pero su eficacia termina en el excesivo personalismo de sus imágenes. La obra más interesante de Iché se esconde más allá del espacio reservado a la exposición, encima de un pequeño punto de venta al fondo de la galería. Se trata de la serie Santos Fairsairo donde la artista articula de manera más sugerente, original y efectiva la idea del autorretrato memorístico e imaginativo tratada en las otras piezas. Son fotografías que proponen una mirada personal y divertida a la imaginería del icono del santo, utilizándolas como hitos de la personalidad de la artista que juegan con el autorretrato y con la simbología icónica de la biografía en imágenes. El contraste que esta última obra supone con la afectación estética a base de espacios oníricos excesivamente ñoños de las anteriores piezas de Iché y con el pretendido cinismo de Compairé, hace que el espectador se pregunte si de verdad no es primavera en el Corte inglés cada vez que mira los precios incluidos en las cartelas.

Daniel Alcaire

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