Sutil experiencia

Robert Irwin en la Galería Elvira González

Por Franklin Cordido

Robert Irwin Way Out West. Galería Elvira González. General Castaños 3, Madrid. Hasta el 5 de enero de 2012. Robert Irwin (1928) Vive en San Diego, California. Reconocido artista minimalista y situacional. Formó parte del movimiento post-minimalista Light and Space. Co-diseñó el Centro Dia:Beacon en Nueva York y diseñó los jardines del Museo J. Paul Getty en Los Ángeles. Su primera gran retrospectiva viajó al Museo Reina Sofía en el año 1995.

La estrategia de Robert Irwin ha estado siempre en el manejo de dos elementos fundacionales del minimalismo: la sutileza y la experiencialidad. En 1980, en la galería de Melinda Wyatt en Venice, California, el artista dejó una sala vacía con las paredes pintadas de blanco, demolió la pared que daba a la calle, cubriendo el hueco con su célebre tela de scrim semi-transparente, y creó así una pantalla de cambios casi imperceptibles para quienes miraran de adentro hacia afuera y otra para quienes lo hicieran de afuera hacia adentro.

Es ese mismo estudio de la luz lo que encontramos en la más reciente exposición de Irwin en Madrid, en la Galería Elvira González. Instalaciones formadas por tres, trece, o hasta veintisiete tubos de neón verticales, paralelos, todos de la misma longitud: ciento ochenta y tres centímetros.

Lejos de las palabras filosóficas y el olor a hamburguesa del neón de Bruce Nauman, en Way Out West el elemento físico “lámpara de neón” casi desaparece y funge sólo como línea de color. Irwin, post-minimalista, sigue buscando ir más allá del objeto y enfocarse en el espacio experiencial, por lo que encuentra finalmente los tubos fluorescentes. Cuando están encendidos, y se observan a cierta distancia, las monturas blancas que sostienen los tubos se funden con la pared, y entonces los neones son sólo luz y color, y la experiencia en el espacio está relacionada no con los tubos en sí sino con las luces que proyectan.

Exponente arquetípico del movimiento Light and Space de los años sesenta, y del trabajo situacional, Irwin idea sus instalaciones premeditando minuciosamente la atmósfera que crearán y la experiencia que vivirá quien las confronte. Fiel a su modus operandi sutil, se distancia de Dan Flavin, referencia obligada al hablar de neón, con detalles como alternar tubos encendidos con tubos apagados, pintar rayas verticales dentro de algunos tubos y, principalmente, al emplear colores grises: ocre, un verde manzana opaco, un azul cielo también opaco, un rosado tenue.

Y esa evocadora neblina de colores pasteles me llevó a preguntarme si la búsqueda experiencial y sutil es relevante hoy en día. Al salir de la galería y pasar por la Iglesia de Santa Bárbara, con sus jarrones de flores tallados en piedra, agridulces ecos de vida, recordé la petrificación que ha sufrido ese arte que surgió después de la Segunda Guerra Mundial, y no puedo dejar de pensar que quizá dos de los factores que más lo han osificado son el formalismo y la sutileza de algunos.

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