El impresionismo de Berthe Morisot


Berthe Morisot. La Pintora Impresionista

Del 15 de noviembre de 2011 al 12 de febrero de 2012

Museo Thyssen-Bornemisza (Paseao del Prado, 8, Madrid)

Berthe Morisot (Bourges, 1841-París, 1895) fue una de las pintoras más importantes del Impresionismo. Habitualmente considerada como una seguidora secundaria de Manet, su figura se ha revalorizado en los últimos tiempos como artista autónoma, recuperando su verdadero rol dentro de la pintura del siglo XIX. Morisot participó activamente en todas exposiciones impresionistas con gran variedad de obra desde 1874 hasta 1886, exceptuando la de 1879, convirtiéndose así en uno de sus miembros más representativos y valorados, tanto por sus colegas como por los críticos coetáneos. En una carta dirigida a su madre para que la artista participara en la exposición de 1874, Degas se refería en los siguientes términos a su compañera: “Consideramos que el nombre y talento de Mlle Berthe Morisot son demasiado importantes para nosotros como para que podamos prescindir de ella”. Ya antes de esta primera exposición, Morisot exhibía regularmente en el Salón de París, desde 1864 hasta 1868, y más tarde en 1894 el estado francés compró uno de sus cuadros a modo de reconocimiento.

La exposición, primer monográfico en solitario de la pintora en España, es resultado de la colaboración entre el museo madrileño y el museo Marmottan-Monet de París, de donde proceden 30 de las 41 piezas de la muestra. Aunque se exhiben algunas de los lienzos más importantes de la artista, como El espejo psiqué (1876), la pareja de cuadros Pastora desnuda tumbada y Pastora tumbada (1891), diversos retratos y varios de sus apuntes y bocetos, se echan en falta algunas de las composiciones fundamentales para entender su obra, que completen esta selección algo fragmentaria. Es el caso de La cuna (1872) con la que participó en la primera exposición impresionista, o de algunas de sus escenas domésticas como En el balcón (1873) o En el comedor (1875).

La muestra, que ocupa dos salas del museo, está dividida en seis secciones distintas que intentan sintetizar las principales cuestiones que recorren la pintura de Morisot. De este modo, en la primera sala se agrupan los caminos que conforman y definen el trabajo de la artista: su formación como copista en Louvre, y el vínculo con los dos artistas más influyentes en su obra, Manet y Corot. La segunda sala, dividida en tres secciones (Mundo rural, Parques y jardines, y Pintar la vida, vivir la pintura), presenta algunos de los elementos más recurrentes de toda su obra como son las atmósferas naturales, las escenas privadas, o su interés por la moda. Junto a las obras de Morisot se pueden contemplar piezas de otros artistas vinculados también a la pintura impresionista como Monet, Pisarro, Renoir y Degas. Gracias al diálogo formal y temático que resulta de este encuentro, es posible apreciar el lenguaje propio desarrollado por la pintora y su afinidad al Impresionismo.

Sin embargo, existe en esta propuesta una visión de dependencia de la obra de Morisot para con sus colegas varones, que se antojan todavía necesarios a la hora de explicar la pintura de la artista. En casos como el de Corot y Manet, la reunión parece justificada e incluso obligada por la influencia artística y personal que ella misma señaló en varias ocasiones. No obstante, los pintores que acompañan a Morisot en la segunda sala, donde bien podrían aparecer nombres o cuadros de otras artistas impresionistas igual de importantes que ella como Mary Cassatt o Marie Bracquemond, hacen inevitables las comparaciones entre pinturas, casi cuestionando si es posible encajarla en el lenguaje asociado a los grandes nombres del Impresionismo. Las obras elegidas parecen examinar, como jueces de estilo, si el trabajo de Morisot es digno de ajustarse al título de “la primera pintora impresionista” que, una y otra vez, nos recuerdan las distintas notas y reseñas de prensa, como si el único valor de su pintura fuera el haberla desarrollado siendo mujer.

En realidad, la pintura de Berthe Morisot tiene un interés propio que radica en su capacidad para desarrollar un lenguaje autónomo y bien definido. Probablemente, su contacto con la Escuela Barbizón a través de Corot, así como su conocimiento de las obras de artistas venecianos como Veronés y Tiziano, influyeron en uno de sus rasgos más importantes. Se trata de su virtuosismo a la hora de crear atmósferas y ambientes ligeros mediante una pincelada dinámica y menos matérica que la de algunos de sus colegas, como es posible apreciar si se comparan sus paisajes con la obra de Renoir expuesta junto a ellos. Su otro distintivo es la especial preocupación y dominio del color y la luz, que queda patente en óleos como En el baile (1875), Eugène Manet en la isla de Wight (1875), o El espejo psiqué, elaborados fundamentalmente a partir de numerosos tonos de blanco, y que la une y diferencia al mismo tiempo de sus compañeros impresionistas.

A su habilidad técnica se le añade su aportación de una visión particular dentro de un grupo con personalidades tan heterogéneas como el de los Impresionistas. Sus obras más contenidas y originales son los retratos femeninos, que muestran algunas soluciones novedosas dentro del movimiento. En ellos, la artista demuestra su maestría captando la naturaleza de sus modelos a partir de un detenido estudio del rostro que se difumina progresivamente desde la figura al contexto, logrando crear imágenes de gran presencia, dinamismo y claridad a la vez. Por otro lado, en sus cuadros mostró temas equivalentes a los de otros impresionistas desde una nueva perspectiva. Como Degas con sus ensayos de ballet o Monet con pinturas de su jardín y su entorno familiar, Morisot supo extraer el máximo partido a sus escenas privadas sobre mujeres, a partir de las que generó una estética propia jugando con el ambiente personal de los espacios domésticos, y con los colores y las formas de las telas de los trajes y del mobiliario. Además, sus pinturas trasladaron la figura de la mujer de los entornos en los que habitualmente las retrataban sus colegas masculinos, hacia espacios propios de mujeres de la alta burguesía como ella. La grandeza de Morisot reside precisamente en su capacidad de sobresalir temática y técnicamente en el conjunto de un movimiento artístico tan destacado como el Impresionismo y equipararse a sus principales figuras masculinas, a los que, quizá, la exposición del museo no debería señalar tan insistentemente.

0 comentarios:

Publicar un comentario