Berthe Morisot, a secas.

Berthe Morisot. La Pintora Impresionista
Del 15 de noviembre de 2011-12 de febrero de 2012
Museo Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado, 8, Madrid 28014 Madrid
Berthe Morisot, a secas.                        
No se deje engañar por el título de esta muestra, es terrible. Si a usted no le interesa la concordancia en género y número menos utilizada en el mundo del arte (mujer/ exposición personal) corre el riesgo de pasar por alto la oportunidad de contemplar una obra de gran valía.
Esta exhibición, la primera monográfica de la artista en España, nos abre las puertas al mundo poco conocido de una artista brillante, partícipe activa de su época y cuyo nombre ha sido maltratado por la historia del arte, al no otorgarle el lugar que merece. “Hija de”, “esposa de”, “pintora de temas femeninos”… todos estos fardos prejuiciados que tuvo que cargar y de los que no pudo librarse en vida y obra, y que aún hoy, en una exposición dedicada a ensalzar el valor de su legado, vemos reaparecer en el título, como si decir Berthe Morisot precisara alguna otra explicación, como si necesitásemos indicar de entrada que se trata de una mujer (léase no de los conocidos Renoir, Manet, Degas, Monet, Pisarro), que se trata de “la” única, cuando no fue tampoco la única mujer impresionista en su época (el mejor ejemplo sería Mary Cassat (1844-1926), a quien Berthe frecuentó).
Por suerte su obra no necesita defensa, está ahí, abre ante nosotros ese mundo de experimentación con la luz, una salida del enclaustramiento del objeto de la pintura en interiores, salas de museos, salones y estudios de artistas para mostrar primero los balcones, luego los jardines y terminar en bosques, ríos, praderas…
Pero la verdadera protagonista aquí es la luz. En su magistral ensayo Nueva Exposición Impresionista José Martí decía: “Quieren pintar en el lienzo plano lo que la naturaleza crea en el espacio profundo. Ellos [los impresionistas] quieren reproducir los objetos con el ropaje flotante y tornasolado – la Naturaleza procede con la luz fugaz que los enciende y reviste. Quieren, por la implacable sed del alma, lo nuevo y lo imposible. Quieren pintar como el sol pinta”. Y eso precisamente deseaba Morisot, y si para ello usaba de modelos a niños (su familia muchas veces), jardines y paisajes de los sitios a los que viajaba, no era solo por melancolía, intimismo, femeneidad, como sería demasiado facilista pensar, sino porque estos sujetos eran comunes a todo el movimiento impresionista. Nadie dice que Renoir volcaba en sus pinturas “una sensiblidad femenina”… Renoir se iba a los jardines porque eran espacios llenos de luz, esa luz que Morisot comenzó a captar de la mano de su maestro Camille Corot y que no abandonó nunca en su corta pero fructífera vida. Pintaba a su familia (a su hija, a su sobrina, a su esposo), así como su familia la retrataba a ella (Édouard Manet era su cuñado y Berthe fue muchas veces su modelo).
En “Mujer con sombrilla en un jardín” encontramos uno de sus recurrentes retratos de figuras en exteriores, con la presencia de una pincelada liberada, esa llamada “pintura rápida” que también hicieran Monet y Renoir. En “Ramas de un naranjo” admiramos la composición con encuadres poco formales como los que reconocemos en Degas y que revelan la influencia japonesa que recibió esa generación[i]. A millas de distancia, japoneses y europeos habían encontrado soluciones pictóricas y compositivas similares. En “La pequeña Marcelle” (1885), por ejemplo, el fondo es -cual en un ukiyo-e de Hiroshigue en versión florida- una lluvia de colores.
En el “Jardín de Bougival” (1884) nos encontramos ante un espacio central donde la pincelada es tan suelta que prácticamente vemos una mancha abstracta de color, algo que percibimos también en la muy posterior “La casa entre las rosas” (1925), de Monet, que llega a dejar incluso zonas del lienzo sin pintar.
Es meritorio recordar que Morisot participó en prácticamente todas las Exposiciones Impresionistas que tuvieron lugar entre 1874 y 1886 en París, y que fue la primera –que no la única- mujer en unirse al movimiento[ii]. Paul Valéry escribió: “La singularidad de Berthe Morisot era (…) vivir su pintura y pintar su vida, como si ese intercambio entre observación y acción, entre voluntad creadora y luz, fuera una función natural y necesaria, asociada a su régimen vital.” Y es en sus apuntes, en sus pequeños bocetos y acuarelas, en sus obras preparatorias, donde encuentro el verdadero tesoro de esta exhibición. Pintora relegada “al mundo interior”, encuentra en estos bocetos “la solitaria” dentro de la cárcel, el punto más cerrado, pero a la vez donde más solo se está con uno mismo, y donde podemos admirar lo primigenio, lo liberal, lo desenfrenado.
La faceta opuesta, su vida social, también es interesante. Berthe y Eugène, tenían en su círculo íntimo a los pintores impresionistas contemporáneos más reconocidos, especialmente Degas, y a hombres de letras como Mallarmé o Valéry, y junto a su esposo organizó la primera gran retrospectiva de Édouard Manet a su muerte en 1883.
Algo loable de esta exposición es el hecho de mostrar algunas obras de artistas contemporáneos, como Renoir, Monet o Pisarro, lo que permite constatar el nivel uniforme en las propuestas y a la vez, comprender que los temas eran comunes a estos pintores más allá de su sexo. 
Al observar sus cuadros junto a los de artistas que fueran sus colegas y amigos, la figura de Berthe se engrandece, fue hija, madre y esposa, pintora, viajera, amiga y lo más cercano a una activista cultural que su época le permitió. Una mujer que no tuvo tapujos en pintar a una pastora –porque tenía que recibir un sensual baño de luz en pleno campo- desnuda, y a otra vestida en la misma posición, una posible cita a la pintura española que admiraba y que una vez la hizo ansiar viajar a España. De una estudiante de Bellas Artes que copiaba a los grandes maestros, hasta codearsecon otros en su intimidad a pasar a engrosar ella misma las páginas de la Historia del Arte, Berthe Morisot se ha ganado el derecho de que no se la aísle en género y número, sino que se la considere parte –y una muy activa- de ese movimiento telúrico, lúcido y fugaz, que fuera el Impresionismo.
Lillebit Fadraga. 6333 c/e



[i] En 1890 Berthe Morisot asistió, junto a Mary Cassat a una exposición de arte japonés celebrada en la École de Beaux Arts de París.
[ii]Para mayor referencia véase el  catálogo de la exposición realizada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao
Mujeres impresionistas: La Otra Mirada; Marie Bracquemond, Mary Cassat, Eva Gonzalès y Berthe Morisot


 

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